Francisca Viveros Barradas es enfática cuando afirma que no se considera un símbolo feminista, pero a lo largo de su trayectoria artística, en la que es reconocida como Paquita la del barrio, ha sido gran inspiración para las mujeres en su empoderamiento y resistencia frente a la cultura machista.
La cantante de 76 años, franca, auténtica y humilde ante el legado que ha formado en más de cinco décadas, en entrevista con La Jornada reitera: aunque lo digan todos los demás, no soy un ícono.
Hubo un tiempo, mencionó, en que al principio de mi carrera me sentí encasillada con esta imagen, pero si se da usted cuenta, las mujeres ya no son las mismas desde que escuchan a esta servidora, pues agarran las canciones para defenderse, pero no para otra cosa.
La charla con la intérprete de Rata de dos patas, Tres veces te engañé y Cheque en blanco, se da en uno de los camerinos del Lunario del Auditorio Nacional, tras una conferencia compartida con la Sonora Santanera y María Fernanda para anunciar el concierto de la gira La última parada, que ofrecerán el 18 de este mes en el coloso de Reforma.
Tras cruzar la puerta del camerino, Paquita, sentada, seria y apacible, recibe a la reportera. Viste un blusón fucsia y sandalias; grandes anillos adornan sus manos y está acompañada de varias personas de su equipo.
Sí, he abierto los ojos de las mujeres con mis canciones, pero no lo digo porque no me gusta, pero a ustedes (los periodistas) no tengo nada que ocultarles, afirmó la intérprete de pocas palabras y que con mucha seguridad sostiene lo que dice.
Que sirvan de algo las canciones
Frente a frente, Paquita es menos elocuente que cuando resplandece en el escenario al lanzar en sus conciertos las frases que tanto disfruta su público femenino y uno que otro caballero, como ¿Me estás oyendo, inútil?
Francisca Viveros toma un respiro y continúa: Si ellas agarran las canciones para defenderse, ¡qué bueno que sirvan para algo!, y así olvidan penas, tristezas, y que no nos apantallan.
–¿Qué recomendaría a las chavas que se dejan maltratar? –se le pregunta.
–Ahí corresponde a los padres aconsejar a sus hijos, porque nunca acabas de conocer a las personas. Es decir, no hay como que la chamaca trate al novio, y si le parece bien todo lo que sucede, adelante. Si no, que ni se metan ahí”.
En realidad, añade, como decía mi abuelito, cada cabeza es un mundo. La situación actual sí ha cambiado mucho en comparación con el pasado, porque las mamás ya no mandan en los hijos, y eso está muy mal, pero sobre todo, no hay que abandonarlos.
Paquita la del barrio sabe que es querida por el pueblo de México, por sus seguidores y por los medios de comunicación, por eso afirma convencida que desea ser recordada “con amor, mi’ja, con eso es todo, como hasta ahorita”.
Estalla en carcajadas, con un breve destello de gozo, cuando se le pregunta cuál de las definiciones con que se refieren a ella le gusta más: ¿reina del pueblo?, ¿la guerrillera del bolero?, ¿defensora de las mujeres o simplemente Paquita la del barrio? Que me digan como quieran, yo no sé.
De inmediato añade que las muestras de cariño en los conciertos son hermosas y les agradezco a las personas que cantan conmigo, gritan y me acompañan. Es muy hermoso.
La cantante, nacida en Alto Lucero, Veracruz, el 2 de abril de 1947, hace un breve recuento de las satisfacciones y obstáculos en su larga trayectoria: Desde el año 70 que llegué a la ciudad, de todo he tenido, un chorro.
Llega a su memoria un pasaje que no ha olvidado: Cuando puse mi negocio, un día llegaron unos agentes con sus esposas y habían apartado una mesa, pero cuando ya estaban sentadas con sus hijos, llegaron unos de la colonia y los quitaron. Ya se imaginará usted a los agentes y a los otros malvivientes: se salieron y mataron a uno allá afuera. Son experiencias fuertes para una. Mi viejo tuvo que ir a la policía, pero todo se arregló porque nosotros no tuvimos la culpa. Son los malvivientes que cometen esos errores.