Pueblos originarios de siete países de Latinoamérica resolvieron este sábado en el Amazonas, la selva tropical más grande del mundo, articular esfuerzos para reivindicar sus derechos y evitar la explotación de recursos naturales en sus territorios en defensa de la vida.
Indígenas de Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Perú y México sostuvieron un encuentro de tres días en la aldea ecuatoriana de Sarayaku para reclamar a los estados acciones para su protección, con respaldo de tribunales internacionales.
«¡Venceremos!», lanzó Simón Crisóstomo, líder de la Coordinadora de Comunidades Mapuche de Chile, al cierre de la reunión, en la que también participaron líderes de la tribu afrodescendiente saamaka de Surinam.
El chileno llamó a los indígenas de la región a «seguir en pie» para proteger el «futuro de nuestras vidas» y oponerse a las actividades extractivistas de petróleo y minerales en sus territorios.
«Mientras nosotros estamos reunidos para defender la vida, para defender la madre naturaleza, otros (…) están viendo cómo venir a arrebatarnos lo que es nuestro», declaró Pedro Chávez, del pueblo mexicano purépecha.
Todos los pueblos originarios «tenemos violación de nuestros derechos, arrebato de nuestros recursos naturales», denunció. «Si no unimos nuestra fuerza, no unimos nuestra voz, muy poco podremos hacer ante este gran monstruo» del capitalismo, aseveró.
Naturaleza sin precio
El pueblo sarayaku, asentado en la provincia amazónica de Pastaza y destacado a luchar por sus tierras, denunció que el gobierno ecuatoriano no cumplió con el retiro de cientos de kilogramos de explosivos que dejó una petrolera como determinó la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH).
El clan saramaka también exige que el gobierno surinamés reconozca la propiedad de sus tierras, según otro fallo de la Corte IDH tras la aprobación de concesiones para explotar madera sin consultar a los pobladores.
«Somos quienes hemos defendido esta tierra, no ahora, no ayer; cientos y miles de años frente a un modelo extractivista, frente a una forma de pensar que cree que la naturaleza y la tierra tienen un precio y se puede transar», apuntó Crisóstomo.