Al entrar el féretro, el público se puso de pie, aplaudió y soltó: “Silvia Silvia…”. Las palmas y las porras de los asistentes al gran escenario cultural de México anunciaban su última presentación.
Pero esta vez no era el pizarrazo inicial del rodaje de un filme, el estreno de una obra teatral o el inicio de una emisión televisiva. Ahora, llegó de forma metafísica al máximo foro del país, el Palacio de Bellas Artes, nada más para despedirse y dejar a su gente el sello de su mejor obra: su carisma.
Silvia Pinal, matriarca de una familia, hizo que al mediodía del sábado –durante un homenaje que le rindió la Secretaría de Cultura del Gobierno de México–, sus herederas se tomaran de las manos encima de un ataúd de madera fina y le susurraran un adiós.
La actriz, una de las últimas protagonistas de una época dorada del séptimo arte y sin duda, una mujer adelantada a su tiempo, tuvo su despedida, que convocó a cientos de medios de comunicación que llegaron al inmueble del Centro Histórico para tener la mejor foto, el mejor video, la mejor narración de su última aparición.
La también productora fue reconocida en vida hace dos años en este mismo inmueble, y ayer, su convocatoria mediática se dejó ver.