Seleccionar página

Corría el verano de 1997 en Londres, Inglaterra. El 26 de junio, la editorial independiente Bloomsbury publicó 500 copias de «Harry Potter y la piedra filosofal». El proyecto arrancó, en parte, porque en 1996 el editor Barry Cunningham, impresionado, le compartió los dos capítulos iniciales a su propia hija -quien pidió leer más. Fue como un doble visto bueno.Sin embargo, antes de recibir el anticipo de mil 500 libras esterlinas, la vida de la autora Joanne Rowling pasó por diversas dificultades. Para la industria editorial, llevar al público las siete novelas fue una jornada de poco más de diez años, pero para la escritora los detonantes serían un contratiempo y una pérdida, ambos en 1990.No tenía con qué escribir la idea de un joven mago con lentesDe acuerdo con su autobiografía, aquel año Rowling pretendía mudarse a Manchester con su novio. Viajaba de regreso a Londres tras pasar un fin de semana buscando departamentos por su cuenta, cuando ocurrió un retraso de cuatro largas horas en el tren que tomó.Pese a escribir con regularidad desde sus 6 años, no tenía con qué anotar la idea recién llegada, de un niño con lentes y cabello negro que descubría su identidad como mago. Con la intención de no olvidar la idea, invirtió aquellas cuatro horas en ver con más claridad al joven hechicero y su historia. Aunque en efecto comenzó un manuscrito más tarde, meses después sobrevino una tragedia a su familia: con tan sólo 45 años, su madre falleció el 30 de diciembre, tras batallar contra la esclerosis múltiple. Esta pérdida, dijo Rowling, le dio mayor profundidad a las palabras con que escribiría sobre la orfandad del propio Harry.Alrededor del siguiente septiembre se mudó a Portugal, donde pasó un tiempo enseñando inglés. Su expectativa era regresar a Gran Bretaña con la novela completa, pero en cambio regresó con su bebé, Jessica.Ser mamá y escritora, ¿misión imposible?La escritora descarta enfatizar su relación y matrimonio fallidos con el padre de su hija, el periodista portugués Jorge Arantes. Prefiere resaltar que entre esos altibajos recibió lo mejor de su vida, su hija.Al separarse de su esposo regresó a su patria, para comenzar a vivir en Escocia con su hermana Dianne. Era consciente de que, en caso de retomar la enseñanza como profesión, escribir sería una tarea casi imposible de llevar a la par de su maternidad.Esto le dio la determinación para terminar el manuscrito cuanto antes, pese a que implicaba vivir con ayuda económica del gobierno.En su país una de las anécdotas más sonadas es que aprovechaba la forma más eficaz para dormir a su bebé: sacarla de paseo. Así, una vez que la pequeña quedaba en calma, Rowling tecleaba a toda prisa en una vieja máquina de escribir, cada tarde, en una cafetería cercana.